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Ilid Songhero - Ep.1 - El Ejército en Marcha

Esta es la historia del joven héroe Ilid Songhero, humano de Golegorhax, Slipsharks,

una ciudad importante en la costa al suroeste del gran continente de Athira Etha, perteneciente a Los Reinos Calmos, la civilización humana que hasta la fecha había sido considerada la más poderosa del mundo conocido, pero que a día de hoy comenzaba a sentir las primeras olas del cambio. El mundo estaba mutqndo rápidamente, y la balanza del poder comenzaba a inclinar en direcciones desfavorables para los humanos, por primera vez en más de cien años.

Ilid no destacaba especialmente entre sus gentes, de no ser por su complexión muscular. Al igual que la gran mayoría en su ciudad, era alto, de tez morena, con el cabello extremadamente largo, castaño claro y liso. De rostro alargado, mentón amplio y nariz ligeramente encorvada. Sus cejas destacaban por su gran longitud, aunque Ilid procurara mantenerlas a raya.

Tras una vida de disciplina y entrenamiento en las playas de Slipsharks, Ilid había sido por fin otorgado el título de caballero súbdito, bajo órdenes de servir a su señor Ast Questedfence, un cometido que había sabido cumplir fehacientemente. Sin embargo su corazón no encontraba fuego en el honor.

Ilid soñaba con algún día abandonar su ciudad. Ser libre, y viajar. Viajar lejos, hasta donde nunca nadie llegó antes. Conocer las rincones más recónditos y misteriosos del continente y alcanzar todavía más allá, un sueño que le mantenía con esperanzas y con energía durante sus cometidos mundanos, siempre con la cabeza en alto, hasta ganarse su oportunidad.

Así, esperaba ansioso el dia en que la aventura de su vida diera comienzo. Ese día llegó mucho antes de lo que imaginaba. En pleno verano del año 257 Ilid comenzó por fin su viaje, pero no sería bajo circunstancias normales, como suele ser en toda buena leyenda.

Fortaleza Bastion de Diamante, Slipshark,
22 de Felsita del 257

La puerta del salón se cerró con un porrazo. Ilid y todos los presentes tornaron su atención hacia el griterío, alarmados. “¡Que vienen! ¡Es el fin! ¡Ya vienen! ¡Sálvese quien pueda!”

Noticias de un posible asalto corrían de boca en boca desde hacía varias semanas. Los ejércitos del Martillo Parpadeante ordenados por su reina, la enana Dodók, conocida más popularmente entre las gentes de Los Reinos Calmos como Dodók la Avariciosa, habían marchado incesantes por el oeste durante meses, y conquistado varios pozos goblins al norte deSlipsharks. Rumores de enanos portando armaduras cobalto, de brillo intenso casi antinatural, indestructibles y ligeras, y blandiendo hachas de filo transparente cortando las pecheras de las armaduras humanas como el hierro hirviente corta la mantequilla de cabra, espantaban a los humanos de la costa del Bosque de Aquelarre, dejando pueblos enteros abandonados e intensificando las olas migratorias.

El pánico cundió deprisa en la sala de exposición de la fortaleza. Ilid, en medio del alboroto, se tomó un instante para reflexionar. «¿Es esto posible? ¿Cómo se atrevería Dodók a encomendar una invasión tan arriesgada? La fortaleza de Bastión de Diamante nunca cayó desde su construcción en el año 80…» pensó. Sin embargo, no era del todo imposible. Las provisiones escaseaban, muchos de los soldados habían sido trasladados a la capital y otros frentes, quizás para proteger zonas de mayor importancia o por razones desconocidas para un soldado recién nombrado caballero. “¿Recibiría Dodók información privilegiada sobre Slipshark? ¿Habrá acaso un topo entre los nuestros?” Algo era seguro, si las alarmas eran ciertas, bajo estas circunstancias lo mejor sería evacuar. Huir a una zona más segura antes de que el ejército del Martillo Parpadeante sitiara la fortaleza. Si eso ocurriese, el hambre acabaría lenta y dolorosamente con ellos en pocos días.

Ilid consultó a su Señor, Ast, a quien había acompañado en guardia hasta la sala de exposiciones.

—Mi Señor, ¿Sabe usted algo sobre el ejército en marcha?— El enano Ast, empilchado en sus lujosos cueros y telas, temblaba como un flan mientras se acomodaba nervioso su corona de pelaje de hombre puma. —¡El ejercito de Dodok marcha hacia aqui, esa enana insaciable! ¡Era inevitable!—

Los soldados recogían sus pertenencias a toda prisa, algunos incrédulos, otros temiendo lo peor.

La gente subía y bajaba las escaleras en todas direcciones, visiblemente afectados por el miedo. «Ast porta la posición más alta entre los presentes» pensó Ilid desanimado «y sin embargo…» dió un rápido vistazo a su señor «no parece estar en posición de dar órdenes ahora mismo…» Ilid decidió actuar. Se dirigió al noble nuevamente, esta vez con voz firme y segura. —¡Mi Señor, venid conmigo y os podré a salvo!— aseguró. —¡Gracias!— dijo raudo Ast acomodándose la camisa nervioso.

—¿Puede su señor indicarme dónde he de llevarlo? Tartamudeando, Ast respondió — Oh, claro, claro. Mi hija mayor, Ustuth, vive en Visespeak. Llévame con ella, allí estaré a salvo.

De pronto Ilid sintió una rafaga de energía recorriendo su cuerpo, justo en el instante en que comprendió que éste sería por fin su primer viaje más allá del Bosque de Aquelarre, su primer viaje a tierras desconocidas. Ilid preguntó sobre su nuevo destino con una sonrisa en los labios, que pasó desapercibida para Ast debido a que su atención estaba puesta al completo en sus propias pertenencias,. —¿Mi señor, conoce el camino a Visespeak?— —¡Por supuesto que sí, viajo allí a menudo! Visespeak está lejos hacia el este.— Ast le enseñó una descripción detallada de la ruta.

—Y si esa maldita ambiciosa nos siguiera hasta Visespeak ojalá y sea arrojada a las fauces de las bestias, al igual que Inefa hizo a la enana con mismo nombre en el 162— concluyó furioso Ast. —Es triste, pero no inesperado.— asintió Ilid

Varios de los presentes oyeron interesados la conversación. En la sala había criaturas de las tres principales razas civilizadas, sin contar a los goblins, a los cuales no era habitual ver lejos de sus pozos oscuros.

Por las expresiones en sus miradas Ilid pudo suponer los pensamientos que cruzaban sus mentes inquietas. En un instante de claridad, comprendió que nadie se haría cargo de todos los civiles de la fortaleza, así que infló sus pulmones y a toda voz se dirigió a la sala. —¡El ejército de Dodok viene hacia Slipshark!— Cuando tuvo su atención, uno por uno les ofreció guiarlos hasta un lugar más seguro.

Muchas personas parecían más interesados en huir por su propia cuenta pero otros agradecieron su ayuda sin dudarlo dos veces, y se unieron a la compañía. Pronto, el grupo creció en número, alcanzando rápidamente los primeros doce miembros.

Una enana permanecía en un rincón , angustiada. Ilid se acercó y ofreció su ayuda al igual que al resto, acompañado por los nuevos miembros de la compañía. — En mi hogar se me conoce como ‘Ustuth La Romántica’— se presentó Ustuth con rostro claramente avergonzado. — Soy bardo de profesión — —No eres de por aquí Ustuth— preguntó Ilid intrigado — ¿De dónde es tu familia?— Ustuth dudó, pero tras un rato de silencio se animó a responder . —Soy cabeza de familia desde que fabriqué The Road of Stocking en Mooncanyon, hace cinco años…—

El resto de miembros del grupo susurraron entre ellos.

Mooncanyon era la nueva capital del Martillo Parpadeante, de la cual provenían todas aquellas historias de aleaciones imposibles y la cual, según contaban los rumores, se encontraba bajo la atenta mirada del señor oscuro en su torre de Shellsblocks, el rey caído de Los Reinos Calmos, el infame y maldito Emung, junto a su séquito de la muerte. Nada bueno podía salir de su interés por aquella fortaleza. —¿Dónde he de llevarte Ustuth la Romántica? ¿Deseas regresar a Mooncanyon?— preguntó Ilid para romper el silencio incomodo. —No tengo ya familia de la que hablar— lamentó Ustuth, quizás rememorando tiempos pasados.

Ilid divagó sobre cuáles serían las razones que obligaron a Ustuth a abandonar su ciudad, pero esas preguntas debían ser postergadas para otro momento. Sin más tiempo que perder, Ilid guió al grupo hacia el interior de la fortaleza en busca de provisiones. Otros soldados hacían lo mismo que Ilid, recorriendo los caóticos pasillos de la fortaleza rebuscando entre los objetos desperdigados algo de valor antes de abandonar la ciudad. Ilid se acercó a una de ellos para solicitar su ayuda. Secen era una humana mercenaria versada con la maza, Ilid había mantenido con ella varias conversaciones en los años que compartieron como soldados protegiendo Slipsharks. —¡Secen, ven conmigo! ¡Únete a mis aventuras! Nos dirigimos lejos de aquí. Tenemos que poner a salvo a los civiles.— —Con un grupo tan grande…— le interrumpió Secen, —¿Qué parte de la gloria me quedaría?

Secen, como buena mercenario, trabajaba diferente a Ilid. No buscaba ayudar a otros a cambio de palabras bonitas de agradecimiento. Ilid intentó apelar a su lealtad, elocuente como de costumbre. Secen acabó por ceder a su presión. Aunque Ilid reconocía que no sería posible poner toda su confianza en ella, cada arma contaba a la hora de la verdad, y mientras más soldados se uniesen al grupo más probabilidades habrían de que el viaje fuera exitoso.

Ilid encontró en las habitaciones de abastecimiento militar muchas piezas de armadura abandonadas. Su señor Ast no dio objeción alguna, así que Ilid tenían vía libre para tomar sus propias decisiones. Y así hizo. Además de una pechera de cobre, se agencio de una camisa de mallas de cobre, botas altas, guantes, arco y flechas de hierro. Tomó también algunas gemas preciosas para momentos de necesidad en el futuro, que siempre podían servir de intercambio debido a su alto valor y peso ligero.

La búsqueda continuó por un tiempo. Por el camino ofrecieron su ayuda a todo individuo que se cruzara por el camino. Las pisadas retumbaron por los pasillos de Slipsharks, sus ecos disipándose en la distancia. Muchos más se unieron, otros prefirieron mantenerse al margen. Al surgir a la superficie, en el exterior de la sala de exposición, localizada en uno de los anillos internos del patio de la fortaleza, Ilid contó los rostros que le rodeaban.

Veinte en total, seis de ellos armados, entre mercenarios y guardias. Un doctor, algunos campesinos, bardos y granjeros. El peso de la responsabilidad aumentó con cada nuevo miembro, pero ahora que el grupo había sido forjado ya no había vuelta atrás. Ilid terminaría lo que había empezado.

—Muy bien— anunció por lo alto a todos — Mi nombre es Ilid, muchos me conocéis ya. A los que no, os agradezco vuestra confianza bajo estas circunstancias. Éste es el plan.— Ilid aclaró su garganta y continuó.

—Me dirijo hacia Visespeak, al este del continente, pero acorde a mis cálculos, hemos de cruzar cerca de la capital, Gigolduslud en nuestro trayecto. Ese será un lugar perfecto para los que no tienen un destino en mente. Todos los que tengáis dudas ahora es el momento de tomar una última decisión. Si confiáis en mí, seguidme!— concluyó, firme y seguro.

Nadie se marchó. Los veinte permanecieron a la espera de sus ordenes. Ilud Acomodó su martillo, ajustó su escudo y comenzó por fin la marcha, seguido por la compañía, entre conversaciones. Y así dio comienzo la primera expedición de Ilid fuera de su ciudad natal. El mundo de Athira Etha les aguardaba. Ilid rezó a Ikud, para que su primera expedición no fuera también la última.


Amenaza de guerra. Excusas para viajar lejos. La emoción de su primera expedición había dotado de valor a nuestro héroe. El grupo de veinte confiaba en sus capacidades tras ver el fuego en sus ojos, por el momento, pero ¿Confiaba el propio Ilid en sí mismo?, ¿Sería capaz de guiar una compañía de ese tamaño, sanos y salvos hasta su destino?, ¿Qué acontecimientos y peligros les esperaban allá afuera? Esto y mucho más en próximos episodios de “Ilid Songhero -Aventure Blog”

Escrita por Toen.
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